La estética es la propia del marchitamiento
que la muerte trae consigo. La simbología
persigue encapsular y perpetuar la más íntima personalidad del retratado. Estos
dos rasgos derivan de una antigua práctica ritual de los indios jíbaros de
Ecuador (con los que el escultor convivió durante meses), consistente en
reducir la cabeza de un rival para conservarla convertida en un trofeo.
Si la idea puede
horrorizar, reacción que es absolutamente normal, viene al caso recordar que el
arte contemporáneo procura, ante todo, comunicar y no agradar. Para verificar
que Maquiamelo es un artista que comunica sus ideas con eficacia, basta
detenerse ante el retrato de Donald Trump y preguntarse si no expresa, a
plenitud, el mundo contradictorio y convulsionado que vivimos.
A diferencia
de lo que ocurre con los héroes de los mitos griegos, los superhéroes
norteamericanos del siglo XX carecen de pasiones y debilidades humanas. Dado
que son perfectos, enfrentan a unos rivales (absolutamente) malos a partir de
considerarse, ellos, (absoluta e indiscutiblemente) buenos. Sus hazañas obedecen
a la convicción de que son los mejores, los más grandes, los más fuertes, los
más generosos y los guardianes de la verdad absoluta.
La actual
presidencia de Donald Trump ha hecho añicos esa imagen. Tenemos claro, ahora,
que el héroe puede ser egoísta, cínico, mentiroso, arrogante, inoportuno,
irrespetuoso e incluso estúpido. Guerrero osado sigue siendo, pero de causas
que respaldan unos cuantos y no todos. Por una suerte de atavismo, este héroe
vuelto monstruo amenaza, insulta, acosa y muestra los dientes, asustando con el
poder que tiene gracias a sus bombas, pero apelando a valores que el resto del
mundo no está conectado.
En ese
contexto, Maquiamelo despliega los personajes de Disney, ridículos y risibles,
agrega el payaso que simboliza la comida chatarra más famosa del mundo y arma
la comparsa de una realidad en la que Mickey conduce un tanque a través del
desierto (piénsese en la guerra del Golfo), el payaso gourmand Ronald Mc Donald está entronizado en un bote de basura,
Rico Mc Pato hunde su cuerpo en un tesoro de monedas de chocolate con
apariencia de oro (la codicia que origina y moldea la sordidez moral que este
conjunto de obras nos revela) y Donald Trump se halla emplazado de tal modo que
el muro, su muro, encarna la imagen de un pensamiento cerrado.
Al fusionar las
graciosas ficciones de Disney, la engañosa ficción culinaria de McDonald’s y las
perturbadoras ficciones políticas de Trump, el Disney Trump de Maquiamelo introduce una metáfora que oscila entre
la comedia y la tragedia.
ÁLVARO MEDINA
En esta
exposición, Maquiamelo despliega los personajes de Disney, ridículos y
risibles, agrega el payaso que simboliza la comida chatarra más famosa del
mundo y arma la comparsa de una realidad en la que Mickey conduce un tanque a
través del desierto (piénsese en la guerra del Golfo), el payaso gourmand Ronald Mc Donald está
entronizado en un bote de basura, Rico Mc Pato hunde su cuerpo en un tesoro de
monedas de chocolate con apariencia de oro (la codicia que origina y moldea la
sordidez moral que este conjunto de obras nos revela) y Donald Trump se halla
emplazado de tal modo que el muro, su muro, encarna la imagen de un pensamiento
cerrado.
Al fusionar
las graciosas ficciones de Disney, la engañosa ficción culinaria de McDonald’s
y las perturbadoras ficciones políticas de Trump, el Disney Trump de Maquiamelo introduce una metáfora que oscila entre
la comedia y la tragedia.
ÁLVARO MEDINA
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