miércoles, 6 de mayo de 2020

“Artista comunista” 2


Estimados amigos, sigo leyendo con atención y agrado las contribuciones al debate. Curiosamente, la pregunta por la categoría del “artista comunista” se conecta muy bien con la nota que hace el profesor Zamorano sobre la polémica suscitada en Chile a raíz de la Bienal Hispánica de 1951. Esto es una muestra que las relaciones entre arte y política no han sido un “hallazgo” de las últimas décadas, como alguna crítica ha instalado la hipótesis, sino que es un modo permanente de relación, y que el trabajo en historia es reconstruir en cada período, en cada fase, en cada coyuntura, escenas polémicas consecuentes. La gran contribución de esta ponencia es que se considera, por vez primera en la escena chilena de 1951, una lista del nivel de compromiso de un número determinado de artistas frente a una situación de excepción. La lista que me llamó positivamente la atención fue, justamente, aquella que enumera a los artistas que decidieron participar en la bienal, porque denota la pertenencia de la mayoría de los firmantes  a las estructuras de enseñanza de la Universidad de Chile. De modo fraternal, quiero señalar que los participantes pertenecen a la oficialidad docente de una Facultad, donde sus autoridades se ufanan de haber derrotado a dos amenazas: la vanguardia francesa “fauvista” y la pintura mexicana de propaganda. Es así como lo escribe el secretario de estudios en la presentación del catálogo del único envío chileno a alguna exposición en el exterior, en 1942 o 1943,  en la ciudad de Toledo (Ohio). En 1951, no han cambiado las condiciones de envíos para el arte chileno y es comprensible que ningún artista considere quedar fuera. Además, aquellos que promueven el boicot quedan descalificados, obviamente, en su condición de “rojos”.  No cabe duda que la mención a este debate señala el estado de la escena plástica chilena en ese entonces. Sin embargo, la mención que hace el profesor Zamorano a la participación del crítico Romera resulta insuficiente. Solo menciona una carta de Alvarez de Sotomayor, a título anecdótico, en la que sepulta –indirectamente- el legado de la Generación del Trece, poniendo en aprietos la proyección formal del primer grupo pictórico de carácter “plebeyo” reconocido en la escena. Romera deja entrever que la descalificación política de Alvarez de Sotomayor acarrea consigo la descalificación estética de dicha Generación Pero no se aclara la posición expresa del propio Romera en el debate. 
La ponencia del profesor Zamorano tiene una virtud: comienza haciendo referencia a una situación institucional que permite pensar que la Bienal Hispana realiza la figura de una regresión, en relación al acontecimiento que tiene lugar en Chile en 1950: la muestra francesa “De Manet a nuestros días”. Pero hay una segunda virtud en el enunciado de la ponencia. En la lista de artistas que deciden participar, hay una gran cantidad de profesores de la Escuela de Bellas Artes. Al respecto, agrego una información que espero contribuya al debate actual sobre la reconstrucción de las relaciones entre arte y política en 1950. En la prensa de la época se entrevista a profesores de dicha escuela sobre el efecto de la muestra francesa y éstos se afanan en declarar que la encuentran peligrosa para el destino de la enseñanza de arte. Posición que es apoyada por el crítico Nathanael Yáñez Silva. En definitiva, la muestra es un mal ejemplo. Lo que no se señala es que los artistas franceses que representan a “nuestros días” son Bazaine, Tal Coat, Singier, Manessier, Le Moal  (marido de la escultora chilena residente en París, Juana Muller).  Si no me equivoco, creo que estaba, también, De Stael, que será fundamental como referente para el desarrollo de la pintura de Gracia Barrios. De modo que, la muestra francesa expone los términos sobre los cuáles se va a organizar el desarrollo de la plástica chilena, a lo largo de la década, sobre todo si se piensa que José Balmes obtiene el gran premio del Salón de 1958.

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