miércoles, 6 de mayo de 2020

"¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!": los artistas chilenos en la I Bienal franquista de 1951.


Pedro Emilio Zamorano Pérez
Dr. en Historia del Arte
Profesor Titular, Instituto de Estudios Humanísticos Universidad de Talca
Calle 2 Norte N° 685, Talca
56-71-2200459
pzamoper@utalca.cl
Resumen.
En 1951 se realizó en Madrid la primera de las tres bienales de arte con las que el gobierno franquista quiso expresar un testimonio de apertura internacional, especialmente respecto de los países hispano americanos. El certamen, administrado desde el espacio oficial, contó con la presencia de diversos países, entre ellos Chile. Esta I Bienal generó un fuerte debate tanto en España como en los países que participaron en ella. En España, por los criterios tradicionalista que promovían la mayor parte de sus organizadores; en hispano América, especialmente en Chile, por la ilegitimidad del gobierno presidido por el general Francisco Franco. Los artistas nacionales se dividieron entre los que asistieron al certamen y los que desistieron de participar, generándose un fuerte debate al interior del escenario estético local.
Summary.
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In 1951 the first of the three biennials of art was performed in Madrid, with which the Government of Franco wished to express a testimony of international opening, specially with respect to the other Hispanic America countries. The contest, managed from the official zone, counted with the presence of different countries among them Chile. This first biennial originated a great debate in Spain as well as in the other countries that participated in it. In Spain, due to the traditional criterias that promoted the majority of their organizers; in Hispanic America, specially in Chile, because of the illegality of the government directed by the General Francisco Franco. The national artists split between the ones who attended the contest and the ones that rejected the participation, creating a strong debate in the inner aesthetic local scenario.
Antecedentes.
El presente trabajo tiene como objetivo indagar en las relaciones artísticas producidas entre Chile y España en un período muy significativo del proceso “hispanoamericanista” potenciado desde el gobierno del general Francisco Franco. El mismo se inició hacia 1945, una vez terminada la segunda guerra mundial, y se extendió hasta finales de los años 50 y principios de los 60, etapa que marca la “apertura” internacionalista de España. De este modo, de la autarquía política y cultural de los años 40, se pasó hacía una política de apertura, especialmente hacia el mundo latinoamericano y, en este sentido, la I Bienal de Arte Hispanoamericano marca un punto de inflexión en este proceso.
Un punto de partida, anterior, podría ser la fundación del Museo de América en 1941, piedra basamental de ese “reencuentro”. Indudablemente, la fundación del Instituto de Cultura Hispánica en 1946, y un lustro después la realización de la I Bienal, que tendrá dos ediciones más en 1953 (La Habana) y 1955-56 (Barcelona), afianzarán esa trayectoria. El periodo de trabajo podríamos cerrarlo en 1963 cuando se lleva a cabo en
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Madrid la exposición “Arte de España y América”, en que se imponen lenguajes estéticos más avanzados que en las bienales, en especial los informalismos. La presencia de artistas chilenos se contextualiza sólo en la I Bienal, no registrándose presencia nacional en los dos certámenes posteriores.
Este trabajo se desarrolla en dos ámbitos, el español y el chileno. En cuanto a lo primero se revisan las aportaciones del investigador español Miguel Cabañas Bravo, autor entre otros textos, del libro La política artística del Franquismo1, además de la consulta de distintos archivos españoles, entre ellos el de la Biblioteca de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (ex Instituto de Cultura Hispana). Respecto de lo segundo, el trabajo indaga en un capítulo poco estudiado del arte chileno, como lo fue la presencia en esa primera Bienal de los artistas nacionales.
Panorama del arte chileno hacía 1950: algunos antecedentes.
Parte significativa de la escena de las artes visuales en Chile, en el ecuador del siglo XX, hace eje en la institucionalidad académica. La Escuela de Bellas Artes es el espacio, casi hegemónico, desde donde se organiza el sistema de formación, difusión y recompensas. Ese año se recuerda también porque hubo en el Museo Nacional de Bellas Artes dos importantes exposiciones que confrontaron a los estudiantes de artes, a los artistas y a la comunidad cultural con las tendencias más contemporáneas. Se trata de la exposición De Manet hasta nuestros díasy la muestra de Emilio Petorutti. La primera, inaugurada en mayo de 19502, que contó con textos en el catálogo oficial del entonces Conservador del Museo del Louvre, René Huyghe, y de Gastón Diehl, Comisario General de la muestra, tuvo consecuencia en los jóvenes que cursaban estudios artísticos en la
1 Cabañas, M. “La política artística del Franquismo. El hito de la Bienal Hispano-Americana, Biblioteca de Historia, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Madrid 1996.
2 La muestra se realizó con los auspicios del Ministerio de Educación Pública de Chile y a iniciativa del Comité France-Amerique, por el Instituto de Extensión de Artes Pláticas de la Universidad de Chile.
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Facultad de Bellas Artes ya que trajo al país obras originales de más de sesenta artistas, principalmente franceses, de primer nivel mundial3. Sobre el particular el entonces estudiante de arte José Balmes, hoy Premio Nacional de Arte, comentó: “Para nosotros fue muy importante. Recuerdo que durante más de un mes de exposición pasamos todos los días en el museo. Porque en ese momento encontramos que ahí estaba la respuesta a la modernidad; nos decíamos que así como ellos hablan de sus propios problemas, nosotros teníamos que hablar con ese lenguaje pero de nuestros problemas”4. Estos estudiantes, en 1946, cuando cursaban el tercer año en la Escuela, habían creado el grupo de Estudiantes Plásticos, integrado por estos artistas y otros alumnos del plantel5. Se trata de un conjunto de jóvenes que, desde la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, comienzan a cuestionar las bases teóricas y los esquemas académicos y metodológicos que se practicaban en el plantel. Ellos pretendieron llevar el debate estético a dominios más amplios y renovados. “Querían establecer una relación más clara y coherente entre la creación artística entendida en términos dinámicos- y el desarrollo histórico, social y cultural de la misma”6.
Ese mismo año, en el mes de agosto, se inauguró la exposición retrospectiva del pintor argentino Emilio Pettoruti. La muestra, que contó con los auspicios del Ministerio de Educación Pública y de la Universidad de Chile, entidad representada al efecto por el
3 La exposición “De Manet hasta nuestros díashizo posible que un conjunto representativo de obras originales del arte francés de fines del siglo XIX y comienzos del XX se exhibieran en los salones del Museo Nacional de Bellas Artes, agrupándose en tres categorías: Impresionistas y Simbolistas, la Escuela de París, y las Generaciones más jóvenes. La muestra incluyó 137 obras originales de distintos artistas: Impresionistas, Simbolistas, Fauvistas, Cubistas, Surrealistas, hasta las generaciones más jóvenes. El público y los artistas locales pudieron ver obras de Edouard Manet, Claude Monet, Berthe Morisot, Camille Pizarro, Augusto Renoir, Henri de Tolouse-Lautrec, Pierre Bonnard, Maurice Denis, George Braque, André Derain, Roaul Dufi, Fernand Leger, André Lhote, Albert Marquet, Henry Matisse, Pablo Picasso, Georges Roault, Jacques Villón, además de los artistas jóvenes más promisorios de la Escuela Francesa.
4 Balmes, José, citado por Badal, Gonzalo, “Los años de formación”, “Balmes, Ocho Libros Editores Ltda. p. 50, Santiago de Chile 1995.
5 En este grupo encontramos a quienes formarán luego el grupo “Signo”: José Balmes, Gracia Barrios, Eduardo Martínez Bonatti, Guillermo Núñez y Alberto Pérez.
6 Badal, G., Balmes, viaje a la pintura, Ocho Libro Editores, Santiago de Chile, 1995, p. 49.
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Instituto de Extensión de Artes Plásticas7, tuvo como Comisario al pintor chileno Jorge Caballero, confrontando al espectador, en el espacio oficial del Museo, con un discurso estético que recorría elementos abstractos, cubistas y futuristas.
I Bienal Hispanoamericana de Arte: la participación chilena.
El 12 de octubre de 1951 se inauguró en el Museo Nacional de Arte Moderno, Museo Arqueológico de Madrid, la I Bienal Hispanoamericana de Arte, evento internacional dirigido a los países de vínculo hispano. Según el artículo primero de los Estatutos, la exposición fue creada “para fomentar en Hispanoamérica y España el mutuo conocimiento de las Artes Plásticas producidas por los artistas contemporáneos de esta comunidad de países” 8. De este modo el certamen, organizado por las embajadas y el Instituto de Cultura Hispana, en sus sedes en los diferentes países, se justifica en el contexto de una política de acercamiento del gobierno franquista con el mundo hispanoamericano y, en consecuencia, concilia tanto intereses políticos, propagandísticos, como culturales y artísticos9.
En el catálogo oficial, escrito por el crítico catalán Eugenio D’Ors, una de las voces teóricas más influyente de la península, se consigna también la participación en la Junta Organizadora del certamen de Alfredo Sánchez Bella, director del Instituto de Cultura Hispana y presidente de la Junta, de Fernando Álvarez de Sotomayor en su calidad de director del Museo del Prado, del crítico José Francés, de los académicos Enrique Lafuente Ferrari y Manuel Sánchez Camargo, entre otros actores de la institucionalidad
7 Colaboraron también el Museo Nacional de Bellas Artes, La Sociedad Nacional de Bellas Artes, la Asociación Chilena de Pintores y Escultores y la Federación de Artistas de Chile.
8 Exposición Bienal Hispanoamericana de Arte, Estatutos, Instituto de Cultura Hispana, Madrid 1951, p. 7.
9 A la Bienal de Madrid le siguieron dos ediciones más; en La Habana, en 1954, y la de Barcelona en 1955-1956.
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cultura y el mundo académico de la península. El secretario general de la exposición fue el literato Leopoldo Panero figura central en la organización de la muestra.
De otra parte, el certamen, considerado como el hito artístico más importante y trascendente de la España franquista, puso en confrontación a la estructura academicista española, abrigada en la institucionalidad de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, con aquellos movimientos más vanguardistas que dominaban fuera de la península.
En este sentido hubo, tanto en España como en los países invitados, adhesiones y rechazos a la convocatoria.
Los artistas españoles de mayor prestigio internacional en ese entonces tuvieron distintas actitudes frente a la exposición. Dalí aplaudió entusiastamente la iniciativa en tanto que Picasso expresó su descontento, que tradujo en un “manifiesto anti-bienal”. En el documento el pintor malagueño recomendaba, junto a otros exiliados españoles en París, no sólo la no concurrencia al certamen, sino también la celebración en París y otras capitales americanas de exposiciones contra bienales paralelas a la que se debía celebrar en Madrid. La actitud de Miró, en tanto, fue menos comprometida y más distante.
La polémica que se instaló hizo eje tanto en la ilegitimidad política del régimen español como en los conceptos estéticos, más bien tradicionales, que se sustentaban en forma mayoritaria en la muestra. Este fuerte rechazo a la convocatoria se manifestó en distintas instancias; en el espacio de la prensa, en algunas contra bienalesque se organizaron como exposiciones paralelas, como la que hubo en París, y en la acción de grupos de artistas que se excluyeron de participar. En estas acciones de rechazo al certamen, fue importante, también, la actuación de algunos artistas españoles residentes o exiliados en el extranjero. En estas actividades, espontáneas y casi informales, hubo un fuerte cuestionamiento al régimen organizador del certamen, a la vez que un testimonio de solidaridad con los artistas españoles expatriados.
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De otra parte, la presencia en el certamen de algunos artistas españoles más vanguardistas, entre ellos Maruja Mallo y Jorge de Oteiza, puso otra arista en el debate, trasladando la controversia al plano ideológico-estético. La numerosa cantidad de obras exhibidas en la Bienal, que se distribuyeron en los salones del Museo de Arte Moderno, la Sociedad de Amigos del Arte, el Palacio de Cristal y el Palacio de Exposiciones del Retiro, representaban una suerte de eclecticismo estético, incorporando diversas escuelas y tendencias; “Desde las rigurosamente académicas hasta las formas desconcertantes del discutido artes abstracto”10.
El crítico Antonio Romera se hace parte de este debate. En un artículo que denominó “Batalla pictórica en Madrid”11 refiere la controvertida participación en la polémica de Fernando Álvarez de Sotomayor, el conocido inspirador de la generación de pintores de 1913. Romera refiere una carta que envió el pintor gallego al presidente de la Sección de Psiquiatría del Colegio Médico de Madrid, rogándole que “... estudiara profesionalmente a los expositores de la bienal y resolviera el dilema angustioso de si se trataba de pintores o de alienados”. La provocadora misiva de quien fuera director de la Escuela de Bellas Artes de Chile en 1911 generó apoyos y rechazos en la intelectualidad española. El fundamento de tales posiciones se sustentaba más en argumentos políticos que en consideraciones estéticas. Frente a los calificativos de “rojos”, proferidos por el pintor gallego cuando se refiere a la participación de algunos artistas o, como se señala en otros párrafos de la carta, dejar “la puerta abierta a la picaresca judaica de París”, el grupo contrario, integrado por Vásquez Díaz y otros, calificó a Sotomayor como un artista representativo de una “rutina degenerada e inútil”, o como “maestros que el mundo ignora o compadece”.
10 M. V. (firmado) “Picasso y el bienal de Madrid”, El Diario Ilustrado, Santiago de Chile, 12 de noviembre de 1951, p. 3.
11 Romera, A., “Batalla Artística en Madrid”, diario La Nación, 28 de marzo de 1952.
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Aunque la Bienal, como estaba previsto, finalmente funcionó, “... las ácidas pugnas estéticas demostraron la gravedad que alcanzaba el distanciamiento entre aperturistas y conservadores al interior del régimen franquista”12.
Si bien fue compleja la organización del certamen en España, aún lo fue más en los países invitados a participar. Miguel Cabañas habla sobre las dificultades con que se encontraron los representantes de España en los distintos países americanos a la hora de organizar las muestras locales. Cuando no indiferencia, derechamente hubo hostilidad a la iniciativa cultural del régimen español. A este respecto cita un despacho, de mediados de octubre de 1950, del embajador español en Chile José María Doussinague, en donde señala los problemas que él preveía para la participación chilena en el certamen. Una primera dificultad tenía que ver con el factor económico ya que, de acuerdo a los estatutos, cada país debía concurrir con una suma de 100.000 pesetas y que, según él, el país, que pasaba por una crisis económica, no estaba en posición de poder solventar.
Una segunda dificultad, a decir del embajador, tenía un carácter más político. “Las artes plásticas están en Chile, desde el punto de vista político, totalmente dominadas en lo oficial por elementos extremistas, filocomunistas o comunistas declarados”13. Señala, además, que las personas que habría que designar para el Jurado de Selección, en donde participaba el Decano de la Facultad de Bellas Artes y el Director del Museo, de acuerdo al Artículo 18 de los Estatutos, corresponden a similar tendencia. Este tipo de dificultades, que se manifestaron en varios países, tenían como fundamento el rechazo que generaba en la mayoría de los países latino americanos la política del gobierno franquista.
Los augurios y preocupaciones que el embajador Doussinague había planteado tenían sentido. La representación nacional, aunque numerosa, fue compleja y polémica en su
12 Jara, I., De Franco a Pinochet. El proyecto cultural franquista en Chile 1936-1980, Colección Teoría N° 16, Facultad de Artes de la Universidad de Chile, Santiago de Chile, 2006, p. 223.
13 Cit. en Cabañas, M. O. Cit., p. 238.
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organización y generó dos grupos; aquellos que asistieron y los que restaron su participación.
De otra parte, en una carta del director adjunto de Relaciones Culturales Mariano Vidal, dirigida al director del Instituto de Cultura Hispana, Alfredo Sánchez Bella, le informa
acerca de la participación chilena en la Bienal; “Aunque no se ha logrado la colaboración de los organismos oficiales chilenos en cuyas comisiones abundan desde los comunizantes hasta los masones- se ha obtenido por vías indirectas y particulares, que numerosos pintores, y la mayoría muy buenos, decidan enviar sus obras”14.
Este complejo panorama hacía abrigar pocas esperanzas al embajador Doussinague y así lo manifestó en carta dirigida al Ministro de Asuntos Exteriores; “...considero prácticamente imposible el que las artes plásticas chilenas estén representadas en la forma que fuera de desear dentro de la Exposición Bienal de Arte Hispanoamericano, por lo que únicamente cabría pensar en la concurrencia de artistas aislados y dispuestos a concurrir a la muestra por propia iniciativa, siempre que esta posibilidad tenga cabida en la organización de la misma”15.
Las aprehensiones del embajador tenían en cierto modo asidero. Acertó en su lectura y ponderación de las circunstancias críticas que la concurrencia al certamen había generado; equivocó su estimación sobre la concurrencia de los artistas nacionales, que, finalmente, fue verdaderamente numerosa.
Como era previsible, en Chile la invitación generó una fuerte división en la intelectualidad chilena, originando un debate entre aquellos que acogieron la invitación y los que se manifestaron en contra de ella. Estos últimos se pronunciaron formalmente a través de un manifiesto, “¡Muera la inteligencia, Viva la muerte!”16 -frase proferida por el general franquista José Millán-Astray en la Universidad de Salamanca, en 1936-, en donde
14 Cit. en Cabañas, M., Op. Cit., p. 464.
15 Cit. en Cabañas, M., Op. Cit. p. 239.
16 Publicado en Las Noticias Gráficas, el 12 de agosto de 1951.
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denunciaban que el gobierno nacionalista español había surgido como “una negación de la libertad, el progreso, la cultura y el arte” y que, por ello, estaba moralmente imposibilitado de hacer la muestra. Agregaba el documento que ese gobierno había infringido los más elementales valores de la humanidad y que era responsable de la desaparición y muerte de figuras tales como Federico García Lorca, Miguel Hernández y Antonio Machado, muerto en el destierro.
Los artistas firmantes del manifiesto17, amén de protestar enérgicamente, invitan a todos los artistas a “unirse al repudio” no concurriendo a la exposición o bien invitando a retirar las obras a aquellos artistas que “hayan sido sorprendidos en su buena fe”. Pese al manifiesto una cantidad significativa de 50 artistas chilenos figuran en las fichas de registro del certamen18, entre ellos varios artistas consagrados, como Pablo Burchard, y otros de gran proyección, dentro de los cuales se cuenta a 8 artistas que serán posteriormente distinguidos con el Premio Nacional.
La presencia de los distintos países invitados fue organizada desde la sede local del Instituto de Cultura Hispana, con comités de selección integrados por artistas nacionales. Del análisis de la representación nacional se coligen varios elementos. En primer lugar, el eclecticismo de la muestra; si bien es cierto los autores presentes inscriben su obra en un discurso que, groso modo, podríamos definir como tradicional, de igual modo el envío
17 Carlos Sotomayor, Lily Garáfulic, Camilo Mori, Gregorio de la Fuente, María Fuentealba, José Balmes, Gustavo Poblete, Juan Egenau, Julio Antonio Vásquez, Germán Montero, Mireya Lafuente, Julio Escámez, Emilio Piera, Sergio Mallol, Lucy Lortsch, Roser Bru, Waldo Vila, Gracia Barrios, Jaime Catalán, Emilio Cánepa y Ricardo Bindis.
18 En la biblioteca de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo están las fichas originales de inscripción de los artistas que concurrieron a la bienal. Allí figuran los siguientes artistas nacionales: Agustín Abarca, Alfredo Aliaga, Judith Alphi, Paz Astoreca, Héctor Banderas, Carlos Bonomo, Marco Aurelio Bontá, Pablo Burchard Aguayo, Pablo Burchard Eggeling, Jorge Caballero, Alberto Cabezón, Héctor Cáceres, José Caracci, Rebeca Castro, Ana Cortés, Danitza Rodríguez de Isamit, Fernando Daza, Haroldo Donoso, Augusto Eguiluz, Hipólito Eyraud, Exequiel Fontecilla, Gonzalo Tito González, Emilio Hermansen, Carlos Isamit, Laureano Guevara, Aristodemo Lattanzi, Armando Lira, Enrique López, “Magalo” Ortiz de Zárate, Humberto Martínez, Alfredo Melossi, Sergio Montecino, Flor Orrego, Carlos Ossandón Guzmán, Francisco Otta, Matilde Pérez, José Perotti, Aída Poblete, Daniel Ramos, Pedro Reszka, Israel Roa, Samuel Román, Arturo Valenzuela, Raúl Vargas, Miguel Venegas Cifuentes, Ramón Vergara Grez, Humberto Zorrilla, Raúl Santelices, Luis Strozzi y Luis Torterolo.
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traduce una amplia gama de lenguajes, técnicas y, lo más complejo, niveles de calidad. En este sentido, tanto para la instancia central, como para los comités locales de organización, resultaba relevante asegurar una respuesta lo más numerosa posible, muchas a costa de relativizar la calidad de los envíos. En esta variopinta selección nacional se consideraron desde artistas consagrados y maestros notables de la Escuela de Bellas Artes hasta algunos nombres que, en esta perspectiva de tiempo, se nos presentan sino como desconocidos, al menos como artistas de una limitada significación y trascendencia.
Ni los “sorprendidos en su buena fe”, pertenecientes a grupos generacionales de la década de los veinte y treinta y en cuya nómina encontramos a figuras muy relevantes en la historia del arte nacional; ni (todavía menos) el grupo de los artistas autores del manifiesto, integrado por las generaciones más jóvenes y, algunos de ellos, con una mayor compromiso político, acogerán la invitación del gobierno franquista para las bienales posteriores; la II Bienal, realizada en La Habana, y la III versión del certamen, en Barcelona. En los catálogos oficiales de ambas muestras no hay antecedentes de la participación de artistas nacionales.
Referencias
Cabañas Bravo, M. “La política artística del Franquismo. El hito de la Bienal Hispano- Americana, Biblioteca de Historia, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Madrid 1996.
Badal, G. “Balmes”, Ocho Libros Editores Ltda., Santiago de Chile 1995.
Catálogo exposición De Manet hasta nuestros días. MNBA, Santiago de Chile 1950.
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Catálogo con fichas de inscripción de los participantes en la I Bienal, en Archivos Biblioteca de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, Madrid, diez volúmenes.
Catálogo Exposición Bienal Hispanoamericana de Arte, Estatutos, Instituto de Cultura Hispana, Madrid, España, 1951.
Jara, I. De Franco a Pinochet. El proyecto cultural franquista en Chile 1936-1980, Colección Teoría N° 16, Facultad de Artes de la Universidad de Chile, Santiago de Chile, 2006.
M. V. “Picasso y el bienal de Madrid”, firmado M.V. El Diario Ilustrado, Santiago de Chile, 12 de noviembre de 1951.
Romera, A. “Batalla Artística en Madrid”, diario La Nación, 28 de marzo de 1952.
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